JAIKATUMA: EL ESPÍRITU DE LA MONTAÑA
Por: Adriana Arboleda B.
Adriana Arboleda Betancur es abogada de la Corporación Jurídica Libertad, defensora de derechos humanos. Desde su trabajo ha acompañado durante varios años a las comunidades indígenas y afrodescendientes en la región del atrato chocoano, así como a las madres de personas desaparecidas en la Comuna 13 de Medellín y en otros municipios del departamento de Antioquia.
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“El tiempo de Jenené era el tiempo de la creación del mundo, cuando comenzó a andar Karagabí con su familia. Karagabí no hizo el agua. El río ya existía, y lo manejaba una señora llamada La Conga, que ahora es como una hormiga pero en esa época era una mujer grande”. Relato Embera Katío sobre el origen del agua.
Biblioteca básica de los pueblos indígenas de Colombia – ONIC .
En el año 2010 las tranquilas aguas del río Murindó nos permitieron llegar hasta la bella comunidad de Islas, habitada por indígenas de la etnia embera, que ancestralmente han protegido este pedazo de la cordillera occidental. Aunque ya habíamos estado en el municipio en otras ocasiones acompañando los procesos de resistencia y defensa del territorio de los pueblos indígenas y afrodescendientes, esta vez nos convocó una montaña, el cerro Careperro, Jaikatuma como lo nombran sus habitantes.
El cerro es considerado un lugar sagrado y por ello ha sido celosamente resguardado desde tiempos ancestrales. El lugar es visitado por los jaibanás que son los líderes espirituales y médicos tradicionales del grupo. Es allí donde consiguen las plantas medicinales y donde se encuentran los Jai bia, espíritus buenos, que protegen a la comunidad, por ello representa un lugar de equilibrio para este pueblo.
El Decreto 4633 de 2011 reconoce que los lugares considerados por los pueblos indígenas como sagrados o indispensables para el ejercicio de su espiritualidad individual y colectiva, se entenderán como bienes culturales y/o lugares de culto de que tratan el artículo 16 del protocolo 11 Adicional a los Convenios de Ginebra y la Convención de La Haya del 14 de mayo de 1954, y no pueden ser objeto de intervención.
Desafortunadamente, son los intereses de algunos empresarios privados los que no comparten esta visión, ellos ven en los territorios solo oportunidades económicas, de enriquecimiento individual.
Mientras para los embera Jaikatuma es sagrado, para la empresa norteamericana Muriel Mining Company es el lugar ideal para la extracción de cobre, molibdeno y oro. Los recursos naturales para los embera son bienes comunes que ayudan al equilibrio del territorio; para los empresarios son una fuente de acumulación de riqueza y poco importa si ello conlleva la destrucción del medio ambiente o de la vida de los pueblos.
En el año 2005 la gobernación de Antioquia otorgó nueve permisos de explotación minera a la empresa Muriel Mining Corporation, para un proyecto denominado “Mandé Norte”, que en total suman 16.000 hectáreas e impacta un Consejo Comunitario de Comunidades Negras y tres Resguardos Indígenas, dentro de los cuales se encuentra Jaikatuma. Los permisos fueron concedidos sin haber realizado consulta previa y engañando a algunos líderes de la comunidad —a quienes se les hizo firmar actas de reunión, que luego la empresa pretendió hacer valer como consulta. Tampoco se realizaron estudios de impacto ambiental, pese a que dicha explotación implicaba afectar el caudal y recorrido del río Murindó, fuente de vida de estas comunidades indígenas.
Para los empresarios extranjeros la explotación representaba una enorme ganancia, ya que el valor del cobre ha crecido en los últimos años al convertirse en un mineral indispensable en el desarrollo de la tecnología actual, por sus propiedades que lo hacen idóneo para el transporte de energía y la transmisión de información en casi todos los aparatos electrónicos como computadores y celulares, o en las telecomunicaciones al ser la materia prima para la producción de cables telefónicos o para la conectividad con banda ancha.
Por lo anterior, la oposición de los indígenas al proyecto implicó amenazas a las comunidades y a sus líderes, la militarización del territorio y una campaña de desprestigio contra las organizaciones indígenas, afrodescendientes y de derechos humanos que acompañaron el proceso.
Las comunidades afectadas no cedieron y realizaron una fuerte campaña para evitar la explotación. Interpusieron tutelas y solicitaron el pronunciamiento de la Corte Constitucional, denunciaron y promovieron recorridos por los alrededores del Cerro. Además, efectuaron una consulta entre todas las comunidades para que cada uno de sus habitantes se pronunciara sobre si aceptaban o no la explotación minera —el resultado por el no fue contundente—. Su última opción fue irse toda la comunidad a proteger a Jaikatuma. Allí estuvieron por muchos días, en medio de la selva, sufriendo el frío, los mosquitos, la lluvia, hambre, las enfermedades. El costo fue alto porque varios niños murieron por las malas condiciones. Finalmente, la Corte les dio la razón y obligó a la empresa a suspender los trabajos y exigió al Ministerio del Interior realizar acciones para garantizar que se realizara una consulta previa. La resistencia del pueblo logró proteger el espíritu de la montaña. Hoy, los indígenas siguen custodiando celosamente su cerro sagrado.
El documental “Jaikatuma: El espíritu de la montaña”, realizado por los amigos de Producciones El Retorno, es una invitación a ser también sus guardianes. Las imágenes y sonidos del río, de sus pobladores, la equilibrada quietud de la comunidad, los cantos de las mujeres, los susurros del cerro, todo ello convoca a entender lo que son los indígenas y lo que es su territorio.
El documental transmite sensaciones. Está hecho desde una cámara enamorada de los colores, del río, de la montaña, de las mujeres, de los niños y los hombres embera que con palabras sencillas nos enseñan por qué todos y todas debemos asumir la causa de la defensa del Jaikatuma y los demás sitios sagrados.
“Los espíritus que curan y atienden a los enfermos permanecen allá en ese cerro. En nuestros territorios existe mucha sabiduría, y hay sitios sagrados como lo es el cerro que está amenazado ahora por las empresas”. Testimonio líder indígena de la Comunidad de Islas. Murindó, límites entre Antioquia y Chocó.
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